sábado, 7 de diciembre de 2013

El alma gemela

Hace un tiempo me tropecé con esto y al igual que con  La leyenda del hilo rojo, me lo guardé. En este caso por dos razones que aún pareciendo distintas no dejan de estar relacioanadas entre sí y porque ambas me producían un sentimiento de familiaridad.


"Hay alguien especial para cada uno de nosotros.
A menudo, nos están destinados dos, tres y hasta cuatro seres.
Pertenecen a distintas generaciones y viajan a través de los mares, del tiempo y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros.
Proceden del otro lado, del cielo.

Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón los reconoce, porque los has amado en los desiertos de Egipto, iluminados por la luna y en las antiguas llanuras de Mongolia.
Con ellos hemos cabalgado en remotos ejércitos de guerreros y convivido en las cuevas cubiertas de arena de la Antigüedad.
Estamos unidos a ellos por los vínculos de la eternidad y nunca nos abandonarán.
Es posible que nuestra mente diga: “Yo no te conozco”.
Pero el corazón sí le conoce.
Él o ella nos agarran de la mano por primera vez y el recuerdo de ese contacto trasciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser.
Nos miran a los ojos y vemos a un alma a través de los siglos.
El corazón nos da un vuelco.. y vibramos más alto.
En ese momento todo lo demás pierde importancia.

Puede que no nos reconozcan a pesar de que finalmente nos hayamos encontrado otra vez, aunque nosotros sí sepamos quiénes son.
Sentimos el vínculo que nos une.
También intuimos las posibilidades, el futuro.
En cambio, él o ella no lo ve.
Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón, y no nos permite que se lo retiremos.
Sufrimos y nos lamentamos mientras el individuo en cuestión sigue su camino.
Tal es la fragilidad del destino.
La pasión que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier erupción volcánica, y se libera una tremenda energía.
Podemos reconocer a nuestra alma gemela de un modo inmediato.
Nos invade de repente un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, a un nivel que rebasa los límites de la conciencia,
con una profundidad que normalmente está reservada para los miembros más íntimos de la familia.
O incluso más profundamente.
De una forma intuitiva, sabemos qué decir y cuál será su reacción.
Sentimos una seguridad y una confianza enormes, que no se adquieren en días, semanas o meses.
Pero el reconocimiento se da casi siempre de un modo lento y sutil.
La conciencia se ilumina a medida que el velo se va descorriendo.
No todo el mundo está preparado para percatarse al instante.
Hay que esperar el momento adecuado, y la persona que se da cuenta primero
tiene que ser paciente.
Gracias a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela.
Sus manos nos rozan o sus labios nos besan, y nuestra alma recobra vida súbitamente.
El contacto que nos despierta tal vez sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo.
O puede tratarse de nuestro ser amado que, a través de los siglos; llega a nosotros y nos besa de nuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos, hasta la eternidad."


 *  *  *

Lo que me llamó la atención fue esa parte poética en la que hace referencia al amor vivido en otros tiempos y otras civilizaciones, particularmente la de los desiertos de Egipto y es que, desde que era muy niña siempre sentí una atracción muy particular por la tierra de los faraones sin que haya encontrado nunca donde nació ese magnetismo.  Y aunque pueda parecer contradictorio, aún no conozco Egipto pese a que me muero de ganas y podría haberlo hecho, pero esto también tiene una razón de ser. No puedo abandonar esta vida sin haberlo saboreado, sin haber dejado una huella impresa en mi retina, sin haber pasado mis manos por esa civilización, sin haber cerrado los ojos rodeada de arena del desierto y aspirarlo, sin haberme visto rodeada de piedras monumentales con las que tantas veces he soñado. Cuando a veces digo que me quedan aún cosas por hacer, esa es una de ellas. Y la razón de no haberlo hecho es que me prometí a mi misma que solo iría cuando me acompañara quien yo sintiera que debía hacerlo. Y ese sentimiento no ha llegado aún. Y todo este sentir propio sobre Egipto, la daba al texto del alma gemela cierta coherencia.

Por otra parte, siempre he mantenido en mi mente ante la duda, esa idea de la re-encarnación que al final es lo que da sentido a esta historia sobre almas. Una idea que no he podido abandonar por la posibilidad de la certeza y la imposibilidad de la prueba. Una posible inmortalidad que a fin de cuentas no sirve de nada sin la conciencia a no ser que tenga alguna finalidad que aún no hemos descubierto. Pero la otra verdadera razón por la que me guardé el texto es porque en él reconocí sensaciones que he podido vivir y no diré que haya sido porque me he tropezado con un alma venida de otros tiempos para que nos encontremos pese a que pueda parecerlo y quedaría muy bonito, sino que en dos ocasiones se ha cruzado en mi vida alguien cuya presencia generó una sacudida en mi interior antes incluso de llegar a descubrir sus rostros y antes de que ellos ni siquiera me vieran a mi. Una sacudida interna que la primera vez que la sentí me desconcertó durante largo tiempo sin encontrarle explicación pero que de cualquier forma se transformó en la mejor de las historias. Pero lo de hablar sobre mis almas gemelas lo dejaremos para otro ocasión si es que surge el momento.

Hoy no nos vamos sin poner música. Algo que sonaba mientras escribía. Sones de otras épocas que a veces parecen tan lejanas como el Antiguo Egipto. Un Epitafio como colofón que ya colgué alguna vez en otro blog que también parece muy lejano.

King Crimson - Epitaph