viernes, 24 de mayo de 2013

La leyenda del hilo rojo

"Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado a sus respectivos meñiques. El hilo permanece siempre atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa que pases mucho tiempo sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá. Este hilo viene contigo desde tu nacimiento y te acompañará, más o menos tenso, más o menos enredado, a lo largo de toda tu vida.


El origen de la leyenda es chino: allí cuentan que el Abuelo de la Luna sale cada noche a conocer a los recién nacidos y atarles el hilo rojo que decidirá su destino.

Aunque no habla exactamente de amor -hay variantes sobre padres e hijos adoptados, o sobre amigos incondicionales- en Japón la historia se aplica a los enamorados, y el Hilo Rojo ( ellos le llaman Unmei No Akai Ito) viene a ser como Cupido.

Existe una leyenda al respecto, según la cual hace muchos, muchos años el emperador de Japón era un niño joven e impaciente. Quería conocer cuanto antes a la mujer a la que estaba predestinado, y enterándose de la existencia de una vieja bruja que era capaz de ver los hilos rojos de todas las personas, le mandó llamar y le ordenó que siguiera su hilo hasta el final. La vieja obedeció, y emprendió el camino, seguida del joven emperador. Tras un largo y agotador recorrido, llegaron a un mercado de una ciudad lejana, y la vieja señaló a una campesina con un bebé en brazos. El emperador al ver el resultado enfureció, y empujó a la campesina con fuerza. El bebé cayó al suelo y comenzó a llorar a causa de la herida de su frente.

Pasados unos cuantos años, el emperador buscó esposa aconsejado por su corte, y se le habló de una preciosa joven, hija de un general de su ejército. La mandó llamar, y al retirar el velo que le cubría la cara, el emperador quedó impresionado por su belleza, sólo ensombrecida por una fea cicatriz en la frente."
*  *  *
¿Ande está esa vieja bruja que ve los hilos rojos? A este paso, me voy a encontrar la predestinación en el geriátrico. El Abuelo de la Luna cuando me colocó el hilo rojo debió de irse de farra varios días y lo fue enredando tanto por el camino que yo no hago más que atascarme en nudos que no sirven más que para que pierda el tiempo en deshacerlos y volverme a enredar. Y así pasan los años en un peregrinar absurdo a través del hilo. ¿Has visto como está? Se enrosca mil veces. ¿No podía haber ido la Luna misma a colocarme el hilo que yo sé que se lleva mejor conmigo? Bueno, quizás mi hilo sea como el de los demás. Quizás la gente, harta de desenredar se queda en alguno de los nudos. Yo prefiero esperar a ver que me depara el final del hilo porque de esta forma el camino recorrido tendrá un sentido. Todo tendrá sentido. 

Mientras tanto, hoy viernes, empieza uno de esos findes que no sé si calificar de relax. Como los de antaño. Silencio en la casa y sin horarios, aunque esta vez con muchas cosas por hacer que quizás puedan esperar.  Por si acaso..., beer & music. Y el hilo rojo, pues que espere también. Total...

Este tema no habla de ningún hilo rojo pero sí de una tierra roja. Quizás es por la que hay que caminar para seguirle la pista al hilo. Yo hoy no pienso caminar nada.

Glorious Din - Red Dirt (1986)